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martes, 28 de abril de 2009

Cómo vestir a Madonna y no morir en el intento

La amas o la odias. Excéntrica por naturaleza, no se puede decir que la ambición rubia sea el referente de la elegancia de los últimos treinta años. Y a quién le importa. Todo trapito que saca de paseo se convierte, por arte de magia, en tendencia. En LO MUST lo sabemos, y por ello te ofrecemos las líneas maestras de la relación de esta musa camaleónica con el reino de la hot couture. Porque siempre será la única, la reina Madonna.

Con ella la indiferencia no es una opción. Pocos podían pensar que la trayectoria profesional de Louise Veronica Ciccone sobreviviría al hit momentáneo y al morbo generado por su descarada competencia con Cindy Lauper, por entonces la popera de referencia en EEUU. Pecado mortal. En 1983 salía a la luz Madonna, un irreverente LP con el que la diva de la polémica sentó las bases de lo que se convertiría en su artillería pesada. Desde entonces, coser y cantar. La chica de Bay City, Michigan, desbancó sin posibilidad de revancha a su homóloga pelirroja y se erigió como la Reina del Pop desde el momento en que Jean Paul Gaultier decidió su vestuario.

El Blonde Ambition´s Tour (inglés) mostró al mundo dos personalidades tan extravagantes como complementarias. Gaultier encontró en Madonna el erotismo, la energía y la ambición suficientes como para convertirla en su musa de cabecera. Ella consiguió que un estilo que rozaba lo pornográfico se volviera un look imprescindible en las fiestas de la high society estadounidense que tanto la despreciaba. Punto de partido. Like a virgin no sonará igual sin medias de rejilla ni sostén de pechos cónicos, es un hecho.

Pero, ya se sabe, cuando dos genialidades chocan, el desenlace más fácil es el menos amable. Pasó la celebración, y las creaciones del modisto francés dieron de lado a las camisas con escote hasta el ombligo para anquilosarse en la estética de otro tipo de Madonna, una más bíblica y con aureola. Por aquel tiempo, la ambición rubia se había percatado una imagen tan agresiva no la sacaría del bache en que se encontraba su carrera tras la publicación de Erotica . Y el binomio Gaultier-Madonna/Madonna-Gaultier hizo aguas.







Reinventarse o morir

Evita, más que un fiasco cienmatográfico, supuso un punto de inflexión en el vestuario de la artista. La estética de gran estrella de los 40 parecía haber calado hondo en sus estilistas, y no había evento social en el que no apereciese ataviada, Dior mediante, con un peinado a lo Dita Von-Teese complementando al exclusivísimo vestido de turno.

Sin embargo, el salto del suelo al cielo no se hizo esperar y, con la llegada de Music, la Ciconne recuperó su trono. La estética country de luxe que se extraía de su nuevo trabajo no dejó indiferente ni a la pasarela ni a sus seguidores, que plagaron las calles de botas, enormes sombreros y americanas con flecos. El éxito trajo de vuelta a la Madonna más mediática, la viva imagen del triunfo a la americana, del made herself. Volvía no sólo el icono popular, sino también un estilo a tener en cuenta, imitado por todos al margen de lo que recen las aportaciones canónicas.

Si Madonna lo lleva, lo llevamos todos, aunque sea por diez minutos. Confessions on a dance floor son cinco palabras que lo corroboran. En 2006, la Reina del Pop se hizo hueco en los más alto de las listas bailongas y consiguió que el resto de los mortales resciclase body y calentadores. Ver para creer.


Analizar el estilo de una estrella a lo largo del tiempo nunca ha sido tarea fácil. Pero en el caso de Madonna, siempre ansiosa de nuevos registros, sólo conseguiríamos una visión aproximada siguiéndola las veinticuatro horas.
Querida por muchos y detestada por unos pocos, su éxito no es casualidad. No para la reina de las personalidades, cuyo descarado sentido estético mantuvo en vilo a obispos durante una década. No para la cuentacuentos que ameniza la noche de los niños cosmopolitas a la par que salda las existencias de su primera colección de moda en sólo unas horas. Mientras ella defiende su fidelidad hacia lla tendencia más exótica Gaultier, Galiano y McCartney -entre otros-, nosotros nos tendremos que guiarnos por nuestro sentido común a la hora de decidir si salimos o no a la calle con un corsé puntiagudo. Si surgen dudas, pregúntense: ¿Qué haría Madonna?


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